Esta es, otra vez, una crisis anunciada. Los sistemas de alerta que siguen el registro pluviométrico, el estado de las cosechas, la biomasa disponible para pastos y los precios de los alimentos en los mercados locales, entre otros, no se equivocan: este año el hunger gap (periodo entre dos cosechas) que habitualmente se produce en la región entre julio y octubre va a adelantarse a marzo. Esto quiere decir que entre cinco y siete millones de familias habrán agotado sus reservas de alimentos y sus mecanismos de supervivencia antes de la próxima cosecha, en octubre.
La alerta temprana proporciona la oportunidad de evitar cometer los mismos errores que en el pasado. Actuar ahora evitaría el empeoramiento de una crisis que pondría en peligro las vidas y medios de subsistencia de millones de personas.
Si se invierte ahora en estas primeras acciones de forma efectiva, las poblaciones vulnerables pueden ser protegidas de los impactos más graves de la crisis que se avecina y a un coste mucho menor que si esperara más tiempo.
Por tanto, es inaceptable saber lo que va a pasar y esperar hasta que se declare la emergencia o esto salga en los medios para actuar.
Las diferencias con el Cuerno de África son todavía grandes: no se trata de una hambruna y las bolsas de desnutrición están mucho menos dispersas en la región de Sahel, pero no se puede perder tiempo. Es necesario poner en marcha intervenciones de mitigación y contención, que refuercen las capacidad de resistencia de familias y comunidades y den a los afectados capacidad para acceder al mercado, como las transferencias monetarias o los programas de dinero por trabajo, o la distribución de raciones de protección a familias con niños con desnutrición aguda, pueden reducir enormemente el alcance de la crisis.
El hambre tiene solución y la alerta temprana ha funcionado, sin embargo, en el caso del Cuerno de África, los países “occidentales”, ensimismados en su crisis, habían tardado demasiado en liberar las partidas, mientras se perdía el tiempo elaborando informes, celebrando cumbres, llamamientos… A pesar de las advertencias de las ONG que trabajaban en la zona, la respuesta internacional no despertó hasta que Naciones Unidas declaró oficialmente la hambruna.
La ayuda había llegado demasiado tarde y esa falta de reacción y dificultad para engrasar la pesada maquinaria de la ayuda internacional tuvo como consecuencia entre 50.000 y 100.000 muertes que podrían haberse evitado.
Pero, ¿Se volverán a cometer los mismos errores con el Sahel?
En esta ocasión, los gobiernos de la región son conscientes de la gravedad de la incipiente crisis y muchos ya han movilizado sus escasos recursos y solicitado ayuda externa. Los donantes, con Europa a la cabeza, comienzan a proporcionar ayuda.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, son necesarios casi 1.000 millones de dólares para poder atajar a tiempo el inminente desastre que amenaza al Sahel y la comunidad internacional aún no han donado ni la tercera parte de lo necesario, y la primavera cada vez está más cerca.
Si bien, la campaña para prevenir la hambruna lleva varios meses en marcha, las ONG’s sólo han logrado conseguir entre un 15% y en 34% del dinero necesario para poder paliar los efectos de la crisis alimentaria. Por ejemplo, Unicef sólo ha recibido 24 de los 119 millones de dólares solicitados en su llamamiento de emergencia para 2012. Sin embargo, las ONG’s no son las únicas que están teniendo problemas para recaudar dinero: Naciones Unidas ha conseguido recaudar menos de la miad de los 724 millones de dólares necesarios para afrontar la crisis que amenaza al Sahel.
La experiencia en el Cuerno Africano demostró que la alerta temprana tiene que estar seguida de la acción temprana.
Por otra parte, la respuesta no debe detenerse en las necesidades urgentes, sino que necesita también abordar las causas subyacentes de las crisis de este tipo para evitar que se repitan. Mediante una mayor inversión en intervenciones a largo plazo para reducir la vulnerabilidad de las personas, se puede trabajar para romper el ciclo del hambre en el Sahel.
Por ello, ahora que sabemos que es posible evitar la incipiente tragedia en el Sahel ¿actuaremos?
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